miércoles, 27 de febrero de 2008

La UPO, mi escuela

Bien, pues para no olvidar el motivo de este viaje, contaré un poco sobre la escuela. Para los que no lo saben o no lo tienen muy claro, les explico. Estoy estudiando un Máster Oficial con acceso a Doctorado en ‘Ciencias Sociales aplicadas al Medio Ambiente’ en la Universidad Pablo de Olavide (UPO) en Sevilla. (Foto que presento, bajada del Google)
Este programa pertenece al nuevo sistema de créditos europeo y tiene mención de calidad por el Ministerio de Educación y Cultura (MEC). El máster comenzó a distancia desde noviembre del año pasado. En ese periodo on-line abordamos los fundamentos de diversas ciencias sociales aplicados al medio ambiente, como la psicología, antropología, economía, geografía y sociología. Ese módulo terminó y en enero comenzó el periodo presencial, que terminará el 30 de abril. En este periodo, cursaré 19 cursos de 12 horas cada uno (algunos que incluyen práctica son 20 horas) y para obtener el título de Máster, debo presentar un proyecto de investigación cuya fecha límite es en septiembre y que debe ser la vía para acceder al Doctorado. El proyecto que hay que entregar será 100% teórico, pero ya deberá incluir el contexto donde se quiera desarrollar y sobre todo, el marco teórico y metodológico con que se quiere dar respuesta a la pregunta de investigación. No me voy a poner a escribir tanto de mi proyecto en este sitio, pero sí les digo que en general, me interesa conocer las representaciones ambientales (interpretación, percepción, acción) de la gente de las comunidades que están recibiendo el pago por servicios ambientales en México, es decir, que reciben un pago por conservar sus bosques y selvas.
Total que una vez que sea Máster, tendré que echar a andar mi proyecto ya en campo y con gente de verdad, y seré doctora, pues cuando termine el trabajo de campo, el análisis de los datos y presente mi súper tesis…o sea, como en 3 años! Pero en fin…lo importante para mí ahora, no es el título sino todo lo que estoy aprendiendo tanto académicamente, como en la vida personal.
Pero como solo hablaré de la escuela, les contaré que he tenido cursos desde muy interesantes, hasta muy aburridos, o sea, como en todas las escuelas. Para darles un ejemplo, les contaré por ejemplo del primer curso que tuvimos llamado “espacio, tiempo, territorio y paisaje”. Fue una sesión tan pero tan intensa con el maestro que abordó el tema de "el tiempo", que todos quedamos maravillados con su forma de analizar y desglosar eso que a todos nos une, nos preocupa, nos rige y nos hace vivir: el tiempo. Entre tantas cosas, nos habló de la “temposensitividad” que tiene que ver tanto con los estados de ánimo de acuerdo al tiempo climático, hasta los cambios de humor cuando son fechas de importancia religiosa o de celebración social, como la semana santa, la navidad, la fiesta de algún santo, etc. Es decir, que la temposensitividad es la forma de sentir el tiempo, la manera en que íntimamente lo consideramos, experimentamos y lo asimilamos en nuestro propio ritmo interior de sentir, amar, crear, etc. Ufff…"alucinante!!" como dijera un compañero español de mi salón.
En otros cursos, los temas que se han abordado han sido sobre lo típico y obligatorio en estos tiempos: recursos naturales-economía, cambio climático (¿existe o no?), desarrollo vs. crecimiento, medios rurales y medios urbanos, etnobotánica, etc. Que por cierto, los maestros han sido también de todo tipo, desde los más conservadores y rígidos, hasta los más alivianados y relajados. Pero eso sí, la mayoría permiten que haya diálogo, participación y aceptan críticas o simplemente respetan la divergencia de opiniones. Eso sí lo he notado diferente respecto a México, que aquí muy poca gente se queda callada o se aguanta de decir que no le gusta algo, eso me gusta, siento más libertad académica, aunque me han hablado de que esto solo ocurre en niveles de posgrado, porque a nivel licenciatura es otro rollo!
Hubo otro curso que en lo particular me han dejado huella, el curso se llamó “incidencia del ser humano en el medio”, el maestro que venía de la Universidad Autónoma de Madrid, hizo tan didáctica y entretenida la clase, que ni cuenta nos dimos que su presentación de 6 horas, contuvo alrededor de 200 diapositivas que ni las sentimos!. El caso es que después de hablar de la historia del ser humano sobre la tierra y abordar cuestiones de “culturilla general” como le llamaba el profesor, al final, terminamos hablando de ¿a dónde queremos ir? y ¿cómo caminamos hacia allá?, o sea, refiriéndose y citando al mismo Buda, quien dijo que “nada es constante, excepto el cambio”, y haciendo unas reflexiones muy profundas sobre el ser, los cambios en la vida, la capacidad de recuperarse de un estado de perturbación (a lo que se conoce como “resiliencia”), todo enfocado claro, al socioecosistema, a los sistemas que rigen la sociedad, al desarrollo sustentable (por cierto, ¿existe?), pero todo visto desde el punto individual del ser, de darse la oportunidad de percibir la perturbación como una oportunidad para cambiar, de que el mayor riesgo es no arriesgarse, de atreverse a hacer grandes cambios en nuestras vidas, pero para eso, haciendo primero pequeños cambios a la misma. Él hablaba de que esos pequeños cambios los podemos hacer no metiendo 'caballos', sino 'ratones' troyanos a nuestra vida, ya que sólo así se podrán abrir ventanas de oportunidad que nos permiten entonces reorientar nuestra vida hacia donde queramos ir. En fin, eso también estuvo alucinante!! porque finalmente, reafirmo que todos los cambios que queramos hacer en nuestro entorno, dependerán de los cambios que hagamos al interior de uno mismo, y todo esto se traduce en todos los ámbitos de nuestra vida: en lo académico, lo profesional, personal, familiar, en pareja, etc. etc. etc…
Y total…que ya para no marearlos, termino citando a Marcel Proust para reflexionar un poco: “Aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia”
Y ya para finalizar, les comparto una foto donde estamos analizando las clases en un ambiente más relajado en un bar muy sevillano. Los de la foto son mis compañeros de clase, más otros que faltaron, pero ahí aparecemos, en orden de izquierda a derecha: Santiago (Español de Castellón), Frederico (Brasileño), Alberto (Oaxaqueño), Renate (Alemana), yo (Xalapeña), Beatriz (Sevillana), Aurelio (Español de Huelva), Jóse (Sevillano) y Dina (Peruana).

jueves, 14 de febrero de 2008

Carmona y Cadiz

Pues a un mes y algo, de estancia en “las Europas”, ya he visitado 2 lugares además de Sevilla: Carmona y Cádiz, ambos, dentro de Andalucía.
A Carmona fui con Federico (de Brasil), Paty (de Ecuador) y Johanna (de Colombia). Salimos en autobús (2.50 Euros) a las 12:00 del dia y en 40 minutos ya estábamos llegando a Carmona. Un pueblo bastante curioso de entrada porque sólo se veían hombres en la calle, viejitos y jóvenes, pero sólo hombres, sólo caminando por las calles. No sé, tal vez el domingo así se acostumbra en los pueblos. Al llegar, claramente se nota la diferencia con Sevilla, porque sí se ve como un “pueblo” muy andaluz, con casas blancas y tejitas cafés, todas muy cuadraditas y altas.
Este lugar es de importancia turística porque se encuentran vestigios de la cultura romana, de aquellos tiempos de los dioses Attis y Cibeles. De hecho, Carmona es famoso por tener una “necrópolis romana”, la cual, como bien lo interpretan, es “la ciudad de los muertos”, es decir, un cementerio romano con características muy especiales, ya que las tumbas se construían por familia y se acostumbraba que al morir una persona, le hacían su “retrato” en mármol, si era de buena familia, o en piedra si era de la “prole”. Entonces, en el museo de la necrópolis, se pueden apreciar algunas de estas esculturas, ya sea cuerpos o cabezas, porque las enterraban por separado. Aquí les pongo una foto en una tumba.
También en Carmona se encuentra “la puerta de Sevilla” (la que se ve en la foto) y “la puerta de Córdoba”, con grandes murallas de protección, que datan del siglo XV y tenían fines militares de protección, y eran el paso hacia Sevilla y Córdoba.
Para los que quieran pasar un fin de semana en Carmona, hay un hotel antiguo, hermoso, la habitación más sencillita para dos personas cuesta 160 euros, o sea, como 2,600 pesos, y ya si quieren pasar un fin de semana de super lujo, la habitación cuesta 200 euros (3,300 pesos). Nosotros, mejor decidimos tomar el autobús de regreso y dormir en la residencia universitaria.


Y ahora, algo menos cultural, y más reventadillo: Cádiz. Estamos en plena época de carnavales, igual que en Veracruz (obvio, la religión católica rige este tipo de celebraciones), y en Cádiz se vive unos de los carnavales más famosos de Andalucía y de toda España. A Cádiz, nos fuimos en tren a las 9 am. Fuimos Santiago (español), Dina (peruana, esposa de Santiago), Alberto (oaxaqueño), Johanna (la colombiana de todos los viajes y salidas) y pues obviamente yo!. El tren que nos cobró 17.60 euros (de ida y vuelta), hizo aproximadamente 2 horas de recorrido. Durante el cual, nos tuvimos que ir parados la mayor parte del tiempo porque ya toda la gente se dirigía al carnaval, ya unos incluso con sus disfraces puestos, porque en Cádiz, la gran fiesta, es una fiesta de disfraces. Por lo general, llegan grandes grupos de amigos o familiares, todos disfrazados igual. Se pueden ver grupos de caníbales, piratas, pollos, moscas, setenteros, reyes, toreros, muñecos, etc…todos los disfraces que se les puedan ocurrir…ahí los pueden ver. Cádiz es costa, por eso, pudimos también ver el precioso mar Océano Atlántico y en especial, el Golfo de Cadiz, y aunque hacía un poco de frío como para meterse a nadar, de todas maneras no me quedé con las ganas de tocar el agua al menos, para sentir otros mares en las manos…he ahí la foto tan oportuna que tomó Dina.

En la playa, también se pueden observar los clásicos hippies europeos, que deciden acampar ahí, hacer su vida de paso, mientras venden una que otra artesanía y fuman mariguana…tranquilamente, sin que “nadie” los moleste. Y digo “nadie” porque en realidad no está permitido fumar mariguana en la calle, pero habiendo tantos, creo que ya mejor los policías desisten en sus intentos por mantener el orden público. Y además, todos con su rigurosa cerveza “Cruzcampo” de a tres cuartos de litro por cabeza.
Después de estar paseando por el malecón, admirando el mar, bastante tranquilo y azul oscuro, y comiendo el lunch que llevábamos para no gastar tanto en comidas, decidimos irnos más al centro para ir admirando los disfraces y escuchar uno que otro grupo de “chirigotas” que se paran a cantar en las calles. Las chirigotas, son esos grupos grandes (por lo regular de hombres) que llevan instrumentos musicales sencillos, y cantan canciones con letras chuscas que ellos mismos inventan, relacionadas con la política, la religión, las fiestas, en fin, eventos actuales. Cada grupo está conformado por hombres de entre 10 y 20 integrantes, todos disfrazados igualito, de acuerdo al tema de su canción, de verdad que se escuchan muy bien y toda la gente los rodea para divertirse con sus canciones. Estos grupos son tan famosos y tan tradicionales que cada año se organizan concursos de chirigotas en los teatros de las ciudades, en Carmona por cierto, tuvimos oportunidad de ver a 2 grupos de estos, y ya me estoy declarando fan de las chirigotas!!!
Total, que como éramos los únicos raros en la fiesta, porque no llevábamos disfraces, decidimos improvisar algunos atuendos sencillos y nos convertimos: Johanna en muñeca, Santiago en gato, Dina en aborigen peruana, Alberto en Dalí-mexicano y yo, en gitana…ahí está la foto para que vean qué bien nos caracterizamos con 2 simples pinturitas que llevaba yo. Así al menos, ya encajábamos un poco más en la fiesta del carnaval.